24 DE OCTUBRE DE 2019
La sin cuento
No quería ser princesa, no quería ser liberada por el príncipe azul. Tampoco que
el beso de un Príncipe la devolviera a la vida; ni que la salvara de la explotación
infantil, no quería esconderse en la casa de los siete enanitos y ser su criada
hasta que un príncipe la viniese a rescatar. No era capaz de renunciar a su voz
por el amor de un muchacho; ni esperaba que San Jorge la salvara del dragón.
Nobles princesas condenadas a dormir o al silencio, por orden de una madrastra,
de un padre o de un hada buena.
Y se calzó sus zapatos rojos y huyó de su cuento, corrió y corrió buscando
refugio, convirtiéndose en una sin cuento. Era una sin libro, una sin papeles, no
la querían en ninguna parte.
En una cáscara de nuez navegó por el Mar de las Letras, y naufragó. Nadaba
contracorriente, fuertes olas de frases la ahogaban, y cuando se dio por vencida
y se abandonó a su suerte, de repente, la salvó la capitana Pippi Långstrump,
una niña libre, generosa, que nunca se aburría, que se atrevía a cuestionar el
razonamiento de los adultos. Acompañada por Matilda navegaban por el mar de
las letras para rescatar a todos aquellos personajes que se aventuraban a cruzar
el mar buscando un cuento mejor. Heroínas con fuerte sentido de la justicia y del
deber de proteger a los más débiles.
Finalmente, después de muchas tribulaciones llegaron a puerto seguro, el Puerto
de la Biblioteca, el Paraíso del que le había hablado Borges. Un lugar lleno de
tesoros hundidos, como le había dicho Virginia Woolf; una nave espacial que la
llevaría a los puntos más lejanos del universo; una máquina del tiempo que la
transportaría al pasado lejano y al lejano futuro; una salida a una vida mejor, más
feliz y más útil, como le explicó Isaac Asimov. Un lugar donde no necesitaba ser
princesa para ser la protagonista de todos los cuentos.
Larga vida a las bibliotecas, refugio de todos, también de los sin cuento, de los
sin libro, de los sin papeles, de las niñas que no quieren ser princesas y de los
niños que no quieren ser héroes. Larga vida a los bibliotecarios y bibliotecarias,
guardianes del Paraíso, de máquinas del tiempo y de grandes tesoros como son
los libros.
Gemma Pasqual
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